miércoles, 27 de agosto de 2008

La guerra fria


La Guerra Fría es un conflicto de orden mundial entre Estados Unidos y la Unión Soviética, los cuales en el trascurso del siglo XX se instalaron en la cúspide del poder, alcanzando ambos la categoría de superpotencias. Tradicionalmente se considera que este peculiar conflicto tuvo su punto de partida tras la Segunda Guerra Mundial, una vez que los dos principales vencedores de la misma no lograron compatibilizar sus tan disímiles puntos de vista respecto de los destinos que habrían de seguir los territorios que habían sido asolados por la guerra y que acababan de ser liberados y a la vez ocupados por sus tropas. No obstante, como ya ha sido precisado en el primer capítulo del presente trabajo, no es posible comprender el conflicto suscitado entre Estados Unidos y la Unión Soviética a partir de 1945, si no se tiene presente el origen de las desavenencias entre ambas entidades políticas, es decir, el año 1917, cuando se produjo la Revolución Bolchevique en Rusia.Conocer los elementos constitutivos de dicha revolución, sus planteamientos y objetivos, permite comprender que la Guerra Fría no es simplemente una lucha de poder entre dos Estados, aunque también tiene añadido tales elementos. Esta peculiar guerra es un enfrentamiento entre dos tipos de sociedades con planteamientos profundamente diferentes respecto de la organización social, política y económica.
Es una lucha que alcanza su concreción máxima una vez que ambas entidades políticas se instalan en la cúspide del escenario internacional, quedando frente a frente en mitad del continente Europeo, allí hasta donde sus tropas habían logrado llegar en la arremetida contra las tropas nazis. Desde esta perspectiva, la Segunda Guerra Mundial sólo viene a constituir el último paso que hará de la Guerra Fría un conflicto de orden mundial. Así la alianza forjada entre la Unión Soviética y los países occidentales, sólo habría significado un paréntesis en la historia de la Guerra Fría. Para el historiador británico Eric Hobsbawm la Alianza de Guerra contra Hitler constituye un hecho insólito y temporal, y a la vez “un proceso paradójico, pues durante la mayor parte del siglo, excepto en el breve período de antifascismo, las relaciones entre el capitalismo y el comunismo se caracterizaron por un antagonismo irreconciliable”.[1] En efecto, esto último será clave para comprender los acontecimientos que se suscitaron tras el fin de la guerra. Aquella “insólita alianza” no logró sobrevivir una vez que el enemigo común había sido derrotado.
GUERRA FRÍA ENCUBIERTA (1917-1945)Síntesis histórica:
Desarrollo interno de la Unión Soviética y de sus relaciones internacionales con Occidente entre 1917 y 1945.
Las primeras medidas del régimen soviético
Tras la Revolución de 1917, Rusia se convirtió en el primer país en que un partido obrero alcanzaba el poder, por lo que carecía de experiencias previas sobre la construcción de una sociedad socialista.
En los días siguientes a su constitución, el Consejo de Comisarios del Pueblo promulgó una serie de decretos que pretendían satisfacer las principales reivindicaciones de las clases populares y conseguir su adhesión: el decreto sobre el final de la guerra proponía una paz sin anexiones ni indemnizaciones; el decreto sobre la tierra expropiaba sin contrapartida económica, las grandes propiedades, que pasaban a manos de comités agrarios; el decreto sobre empresas industriales ponía las fábricas bajo control de obreros y empleados; el decreto sobre las nacionalidades declaraba el derecho de los pueblos de Rusia a disponer libremente de su destino.[2]
En enero de 1918 se reunió la Asamblea Constituyente, prevista ya por los gobiernos anteriores a la revolución de octubre. Los bolcheviques eran minoritarios en ella, frente a una mayoría de los militantes del partido Socialista Revolucionario. Para Lenin, la Asamblea representaba el modelo político burgués frente a la democracia más profunda, la de los soviets, y precedió a su disolución. De este modo el poder soviético y la dictadura del proletariado se convirtieron en los pilares básicos de la Rusia revolucionaria. Paulatinamente, la oposición fue silenciada.[3]
En julio de 1918, el Congreso de los Soviets aprobó la primera constitución soviética, en la que se declaraba la decisión de construir el socialismo sin clases sociales ni Estado, y se confirmaba a los soviets como base del poder revolucionario.
Para el gobierno se convirtió en primer objetivo la desvinculación de la guerra.[4] En diciembre de 1917 se firmó un armisticio con Alemania y Austria-Hungría, y se abrieron negociaciones sobre la paz. Dentro del partido bolchevique, Lenin defendía la necesidad de alcanzar la paz a cualquier precio como única forma de asegurar la pervivencia de la revolución. La facción más radical, Trotski a la cabeza, se pronunciaba por la continuación de la guerra como forma de exportar la revolución a otros países.
Las presiones del ejército alemán forzaron al partido bolchevique (que a partir del 7 de marzo de 1918 adoptó el nombre de comunista), y al Gobierno a aceptar las duras condiciones impuestas por Alemania. La paz se firmó en la ciudad de Brest-Litovk el 3 de marzo de 1918. Rusia perdía 780.000 kilómetros cuadrados, perdía también 56.000.000 de personas, un tercio de la longitud de su red de ferrocarriles, un 73% de su producción de hierro, así como su provisión de carbón en un 89%.[5]
La Guerra Civil y el comunismo de GuerraEntre 1918 y 1920, el nuevo régimen se enfrentó a una guerra civil que asoló el país, promovida por las fuerzas antirrevolucionarias y por la intervención extranjera.[6] Sin embargo, el régimen comunista se consolidó con la creación de la URSS.
Francia, Reino Unido y Japón intentando frenar el contagio revolucionario y castigar al nuevo régimen establecido en Rusia, que había expropiado todas las grandes inversiones de capitales extranjeros y que se negaba a devolver los empréstitos de la época zarista, enviaron cuerpos expedicionarios, pero sobre todo aportaron capitales y armas a los ejércitos antirrevolucionarios, conocidos como “Blancos”, enfrentaron a los revolucionarios del ejército Rojo.
Como ya fue señalado en el capítulo I, fue el año 1917 el que marcó el punto de inflexión en la relación entre Estados Unidos y Rusia. En este año la Revolución Bolchevique instauró en Rusia un nuevo tipo de gobierno, que comprendía también un nuevo tipo de sociedad. Un modelo que pretendía desplazar al actual modelo capitalista, liberal y burgués que predominaba hasta ese momento en el mundo. En efecto, “Cuando los bolcheviques subieron al poder en Rusia en noviembre de 1917, esperaban, como marxistas devotos, que los trabajadores del mundo, incluidos los norteamericanos, siguieran la iniciativa rusa y derrocaran a sus gobiernos dominados por el capital. Los capitalistas del mundo, incluidos los de Estados Unidos, temían que esa posibilidad se hiciera realidad”.[7]
La Revolución Bolchevique se llevó a cabo en Rusia mientras se desarrollaba la Primera Guerra Mundial. En esta última, Francia, Gran Bretaña y Rusia luchaban desde 1914 en el mismo bando contra los Imperios Centrales, Alemania y el Imperio Austro-Húngaro. Pero como se dijo, el año 1917 se produjo un giro crucial en los acontecimientos. Estados Unidos, que hasta entonces había proclamado su neutralidad, cambió de parecer y el 2 de abril de 1917 el Congreso declaró la guerra a Alemania. Mientras tanto, en ese mismo año, las desastrosas consecuencias de la guerra, produjeron en Rusia el derrocamiento de la monarquía zarista.
Así, tras un breve período de gobierno provisional (desde marzo a noviembre de 1917), triunfó en Rusia la revolución bolchevique. Los revolucionarios habían explotado muy bien la decisión del gobierno provisional acerca de mantener la participación Rusa en la guerra y habían alentado a la población a levantarse y exigir cambios radicales.
Pero la Rusia Bolchevique no encajaba con el mundo que quería diseñar el presidente Norteamericano, W. Wilson, tras la Primera Gran Guerra, ese mundo ideal que tenía por fundamento, aspectos tales como la cooperación internacional, la seguridad colectiva, los mercados abiertos y la autodeterminación de los pueblos. Esta última, según Wilson implicaba casi de forma automática la adhesión a los sistemas democráticos, por tanto, el concepto democracia también venía a añadirse al conjunto de características con las que debía contar ese mundo que surgiría tras la conflagración mundial.[8]
Efectivamente, todos esos conceptos formaban parte vertebral de los denominados “14 puntos de Wilson”, los cuales había presentado ante el pueblo norteamericano y ante los aliados europeos como imprescindibles dentro del nuevo orden internacional que debía surgir una vez que acabara la gran conflagración comenzada en 1914. “Obviamente, en el nuevo orden internacional que preveía Wilson no había ningún lugar para los bolcheviques comprometidos con el derrocamiento violento del capitalismo y la democracia”.[9] Desde esta perspectiva, en el nuevo orden mundial que vendría tras la guerra no habría habido lugar ni para la autárquica Rusia zarista, ni para la dictadura comunista que pretendía instaurar la revolución de 1917.
Por todo los expuesto, W. Wilson se negó a reconocer el gobierno Bolchevique, y, además, autorizó el envío de ayuda económica encubierta a las fuerzas antibolcheviques de Rusia, mientras que las otras dos grandes potencias capitalistas, Francia y Gran Bretaña, se decidieron a actuar de un modo más directo, con participación efectiva en la Guerra Civil Rusa, apoyando a las fuerzas antibolcheviques. No obstante, los objetivos de las potencias capitalistas se vieron frustrados, ya que “La intervención militar de las potencias capitalistas no hizo más que reafirmar los temores de los bolcheviques de que los objetivos principales eran ellos y no los alemanes. Aun cuando no logró derribar el régimen soviético, la intervención militar occidental en la guerra civil rusa sembró en la mente de los líderes soviéticos el temor eterno a un cerco capitalista y la creencia de que la guerra entre el comunismo y el capitalismo era inevitable.[10] Desde este momento se empiezan a configurar los elementos que van marcando el derrotero de las relaciones entre el mundo capitalista y el mundo comunista. Ha aparecido en escena un nuevo tipo de sociedad, a la que J. Fermandois ha denominado “Sociedad Revolucionaria”, incompatible en esencia con el tipo de sociedad tradicional encarnada en los países occidentales.[11]
En la guerra civil, el Ejercito Rojo, dirigido por Trotski, adquirió una rígida disciplina y una notable eficacia que le permitió acabar con los ejércitos blancos a fines de 1919. En los años siguientes los soviéticos recuperaron Ucrania, el Caucaso y Asia central. La consolidación del poder soviético se manifestó con la creación de la Unión de Repúblicas Socialistas soviéticas (URSS) en diciembre de 1922. La guerra civil contribuyó a la radicalización del régimen y a la supresión de todo tipo de oposición política.[12]
Como se dijo, W. Wilson no reconoció al gobierno bolchevique y esa actitud la preservaron los gobiernos norteamericanos hasta 1933, cuando el Presidente F. Roosevelt decide cambiar la política seguida por sus antecesores respecto de la Unión Soviética. Entre 1933-34 se produjo el reconocimiento del gobierno soviético y el establecimiento de las relaciones diplomáticas. Recordemos las ya citadas memorias de George Kennan, quien tuvo la posibilidad de ser participe directo de aquel acercamiento.[13]
Como señala Powaski, Roosevelt creyó firmemente en la posibilidad de poder llegar a acercamientos y acuerdos fructíferos con Stalin, sobretodo después de 1941, cuando Alemania había comenzado la invasión de la Unión Soviética. “Roosevelt creyó que el ejército soviético podría tener inmovilizado a la mayor parte del ejercito alemán, con lo cual salvaría a Gran Bretaña y posiblemente evitaría la necesidad de que Estados Unidos participara directamente en la guerra. Así pues, Roosevelt hizo cuanto pudo por evitar una derrota soviética, incluido el envío de ayuda por el valor de miles de millones de dólares al amparo de la Ley de Prestamos y Arriendos. A partir de la entrada en guerra de Estados Unidos en diciembre de 1941, Roosevelt se esforzó mucho por mantener la Gran Alianza”.[14]
En efecto, Roosevelt manifestó siempre un gran interés por mantener en pie la Gran alianza, no obstante, su muerte se produjo justo al momento en que la guerra en Europa tocaba su fin, y como diría H. Kissinger, su sueño de las 4 grandes potencias gobernando el mundo no llegó a sobrevivirle[15]. Y es que terminada la lucha contra el enemigo común ya no había razones para seguir soslayando el sinfín de diferencias entre ambas entidades, más aún cuando tanto Estados Unidos como la Unión Soviética, sabíanse y sentíanse enormemente poderosos, de hecho, la guerra los había convertido en las principales o las únicas potencias militares del mundo. En Europa, vencedores y perdedores estaban exhaustos, mientras que en Asia, Japón había sido completamente derrotado y China retomaba los caminos hacia la guerra civil.
La URSS: Consolidación de un nuevo sistema económico y un nuevo tipo de sociedadLa Nueva Política Económica
La revolución había triunfado, pero los costes habían sido enormes. Al acabar la guerra civil, el país estaba agotado; el hambre, las enfermedades y la guerra habían causado millones de muertos; la producción agrícola era equivalente a dos tercios, respecto de la anterior a la guerra mundial; la industria se había reducido a una séptima parte; y las privaciones y el descontento eran generales.
Entre 1921 y 1927, la Nueva Política Económica (NEP) significó un giro radical en la política económica y social de la URSS. La idea fundamental de la NEP era reinstaurar, por breve tiempo, un capitalismo limitado con el fin de reconstruir la economía. Como señala Powaski, el objetivo de la NEP era salvar al país del desastre económico fomentando temporalmente el desarrollo de la empresa privada e intentando atraer inversiones y tecnologías extranjeras. Lenin arguyó que sólo después de que Rusia recuperase la salud económica sería posible reanudar la socialización de la economía.[16]
La economía se liberalizó en parte: se restableció la libertad de comercio interior; los campesinos, que habían pagado sus impuestos en especie, podían vender libremente los excedentes, se permitió la existencia de pequeñas empresas privadas en la industria y en los servicios; y se autorizó la entrada de capital extranjero. Pero el Estado siguió reservándose el control del crédito y de los sectores clave de la economía: ferrocarriles y otros medios de transporte, las grandes empresas, bancos y el comercio exterior. Al mismo tiempo, se introdujeron mejoras en la gestión de las empresas socializadas, que copiaron los procedimientos capitalistas, y se fomentó el cooperativismo en el comercio interior y en el campo.[17]

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