jueves, 28 de agosto de 2008

El imperialismo



Época del Imperialismo
El imperialismo de esta época se distinguió del colonialismo de períodos anteriores en que las potencias europeas penetraron ahora más profundamente en los países dependientes, mediante la inversión de capitales.
Durante el período comprendido entre los años 1870 y 1914 la economía de todo el planeta alcanzó una gran interdependencia. Así, con el desarrollo propiciado por los medios de transporte y de comunicación no solo se hizo posible la relación entre zonas distantes, sino que también se incrementó el comercio y la conquista de las tierras que no habían sido colonizadas.
En este escenario fue que los principales países europeos se dispusieron a establecer, mediante el reparto de territorios –especialmente África en la Conferencia de Berlín–, un nuevo sistema de dominación llamado imperialismo. Con posterioridad, las disputas territoriales y por la apropiación de mercados darían lugar a la Gran Guerra o Primera Guerra Mundial.
El imperialismo de esta época se distinguió del colonialismo de períodos anteriores en que las potencias europeas penetraron ahora más profundamente en los países dependientes, mediante la inversión de capitales. Con el fin de resguardar esas inversiones hubo que generar una política de dominación, la que se logró convirtiendo las áreas sometidas en: colonias, caracterizadas por estar dirigidas políticamente por el pueblo dominador; protectorados, con un jefe designado, y esferas de influencia, que eran teóricamente independientes.
En el año 1850, el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda ya disponía de un vasto y heterogéneo imperio repartido a través del mundo, que había sido conquistado paulatinamente a los franceses, españoles y holandeses en el siglo XVIII. Algunos de estos territorios eran Malta, Corfú y las islas Jónicas en el Mediterráneo, Ceilán en la ruta de la India, Singapur y Hong-Kong en la ruta de China, Gibraltar y la isla Mauricio.
Una vez afianzado el dominio inglés en la India, en 1888, sus dominios se extendieron hacia el este y hacia el oeste, incluyendo áreas como Tailandia y Afganistán. Luego se establecieron varios protectorados, entre ellos la India, que reportó grandes ingresos a la economía británica.
En África el Reino Unido ocupó Egipto en 1882, y, a partir de ahí, estados como los actuales Sudán, Nigeria, Somalia, Zimbabwe, Kenia y Uganda, Sierra Leona y Gambia. Como su ambición no terminó allí, extendió su colonia del Cabo hacia el norte, donde se toparon con los bóers o criollos holandeses establecidos en las repúblicas de Orange y Transvaal, surgiendo un enfrentamiento que terminó con la victoria británica y la anexión de ambos estados.
Asimismo, en las Antillas, Guyana y Honduras, el Reino Unido estableció colonias de plantación; mientras que en lugares como Australia, Nueva Zelanda y África del Sur lo hicieron como colonias de poblamiento.
A principios del siglo XX, el imperio británico poseía cerca de 38 millones de kilómetros cuadrados de territorio y unos 450 millones de habitantes dispersos en ellos.
Conferencia de Berlín y el reparto de África
El proceso de colonización por parte de los europeos tuvo su fin en África, cuya penetración se realizó siguiendo las grandes vías fluviales, como los territorios del Níger, que fueron explorados entre los años 1788 y 1830; la cuenca del Nilo y la región de los Grandes Lagos, entre 1854 y 1859; el Zambeze, entre 1841 y 1873.
La exploración del río Congo, que dio lugar en etapas siguientes a la fundación del Congo belga, motivó el enojo de otros países, por lo que el canciller Bismarck actuó como árbitro y convocó a la Conferencia de Berlín (1884-1885), que reconoció la fundación de un Congo belga y de un Congo francés, ambos con salida al mar; la libre navegación por los ríos Níger y Congo, y el derecho a la posesión a partir de un enclave costero.
Así, la costa mediterránea africana quedó en manos de Francia y el Reino Unido; la costa oriental se dividió entre los alemanes al sur y los británicos al norte. La costa occidental quedó en poder de los belgas, franceses y británicos. Los italianos consiguieron Somalia y los portugueses, Angola y Mozambique. Sin embargo, pronto estallaron conflictos por la posesión de las zonas más estratégicas o más ricas, como en el caso de Túnez, Egipto y Marruecos.
El resultado de la división africana fue desastroso para la población local, la cual sufrió el desarraigo impuesto por las culturas extranjeras, el mal trato y la disolución de sus sistemas de organización; todo esto por los intereses coloniales.

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