lunes, 1 de septiembre de 2008

CIVILIZACION ROMANA

Surgimiento de la civilización romana

Los etruscos, creadores de la primera gran cultura itálica, se ubicaban, hacia el siglo VII a. C., en la región que comprende desde el Arno al Tíber y desde los Apeninos al mar Tirreno. Cada ciudad estaba gobernada por magistrados y por un senado formado por nobles. La civilización etrusca era un conjunto de ciudades independientes gobernadas por una aristocracia terrateniente y comercial que nunca llegó a formar un imperio unitario.
Dominaban el comercio en el mar Tirreno, motivo por el cual pronto comenzaron las rivalidades con griegos y cartagineses.
A partir del siglo VI a. C. los etruscos iniciaron una doble expansión. Hacia el sur conquistaron Roma, estableciendo contacto luego con la Magna Grecia; hacia el norte ocuparon la llanura del Po.
Hacia el siglo VIII a. C., los latinos se habían establecido en el Lacio. El crecimiento de las aldeas hizo cada vez más imprecisos sus límites y se intensificaron las relaciones entre ellas. Esto fue dando paso a la conformación del núcleo de Roma, en su época inicial, entonces esta expansión provocó la unión de los latinos y el pueblo de los sabinos, que ocupaban las laderas del monte Quirinal.
Así surgió la Roma latino- sabina, que al principio estaba gobernada por reyes alternantes de las dos comunidades.
Monarquías romanas
En la antigua sociedad romana existía una unidad social básica, la gens. Cada gens estaba formada por aquellos que reconocían un antepasado común.
La gens se componía de varias familias, en las que la autoridad indiscutida pertenecía al padre de familia. De él dependían su mujer, hijos, nietos, esclavos, ganado y tierras.
También existían en Roma personas excluidas de la organización que formaban la plebe, compuesta por campesinos y artesanos.
El gobierno de Roma estaba compuesto por un rey, que tenía poderes religiosos y militares, además del Senado y los Comicios Curiados.
Los reyes etruscos se apoyaron en la población más nueva de Roma y se enfrentaron con los patricios, descendientes de los primeros pobladores. A fines del siglo VI, se pudo lograr la expulsión de los etruscos por la presión de los patricios y la decadencia del poder de éstos ante los avances de griegos y cartagineses.
El fin de la monarquía dio lugar a un nuevo sistema de gobierno, la república.
Roma como república
En esta época, Roma comienza la expansión por las costas mediterráneas. Esto la enfrentó con Cartago, que era otra potencia mediterránea que tenía entre otras ciudades, a Sicilia. Esta expansión la realizó mediante pactos con las ciudades y los pueblos y a través del ejército, que en ese entonces ya era uno de los más poderosos; en el 272 A.C ya había conseguido dominar toda la península.
Esta contienda con Cartago, más conocida como “Guerras Púnicas”, se divide en dos etapas:
Una va desde el año 274 al 246 a. C. Fue una disputa larga porque Roma era una potencia terrestre y Cartago una potencia marítima. Los romanos consiguieron el dominio del mar y Sicilia, Córcega y Cerdeña pasaron a ser provincias romanas.
La segunda etapa de la guerra Púnica va desde el año 218 al 202 a. C. Se originó cuando los cartagineses trataron de recuperar las pérdidas territoriales de la primera guerra.
Para ello, intentaron conquistar la península Ibérica, pero los romanos también querían el territorio y se opusieron. Se produjeron tensiones que en principio se solucionaron con el tratado del Ebro, pero el general cartaginés Aníbal rompió el tratado.
Luego Cartago logró vencer a los romanos en varias batallas y se preparaba para invadir Roma, pero decidió esperar por refuerzos procedentes de la península Ibérica. Roma aprovechó esta situación y envió a Cornelio Escipión a la península Ibérica, quien venció a los cartagineses.
De esta manera Roma quedó sin rivales y se extendió por todo el Mediterráneo.
La anexión de las provincias orientales al imperio influyó de manera decisiva en el desarrollo de la actividad industrial romana. La economía romana fue la más esclavista de la antigüedad. Los esclavos constituían la mano de obra ordinaria en los talleres urbanos y en las factorías estatales.
Esta expansión territorial produjo en Roma una crisis política y social, porque el territorio conquistado resultó que en realidad pasaba a manos de los grandes terratenientes y el reparto de las ganancias no se hacía en forma proporcional, más que nada se beneficiaba el orden senatorial.
Otro grupo que obtuvo importantes ganancias fue el de los caballeros que formaban el orden ecuestre. Éstos enriquecidos por el comercio, administraban la recaudación de los impuestos y, muchas veces saqueaban a los habitantes de las provincias.
Los Generales y Gobernadores tuvieron la posibilidad de enriquecerse ampliamente, ya que el derecho antiguo aceptado por Aristóteles y Tito Livio, reconocía al vencedor la propiedad de las tierras, bienes y personas de los países que se conquistaran en las luchas.
Si bien la conquista militar modificó la mentalidad de los primitivos romanos, condicionó también su desarrollo en el ámbito económico y político.
La defensa y organización del inmenso Imperio exigió el sostenimiento de un gran ejército y de una costosa administración.
Por ese motivo muy pronto se instauró el sistema del “Ager Publicus” o tesoro, que se nutría de confiscaciones e indemnizaciones pagadas por los países vencidos en la guerra.
Esta política de indemnizaciones no es nueva, pero Roma la puso en práctica en su más alto grado. Estos ingresos fiscales, que por cierto eran de valor considerable, no sólo se utilizaban para el mantenimiento y la ampliación de los organismos militares sino también para atender a la población romana; la mayor parte gente desocupada, soldados veteranos o incapacitados y antiguos servidores del Estado.
En cambio, para la plebe la conquista no significaba nada positivo, al contrario, ya que ella era quien sufría las consecuencias; muchos de los soldados al regresar de la guerra, encontraban a sus familias endeudadas y sus propiedades arruinadas. Los pequeños campesinos sufrían la dura competencia de los latifundios y del trigo barato que Roma importaba.
Así que la mayoría de los campesinos se marchaban para la ciudad, donde vivían en condiciones más miserables todavía o se alistaban en el ejército para tratar de sobrevivir.
El mundo romano no desarrolló lo que se podría denominar “la gran empresa”, sino más bien se dedicaban al trabajo en pequeños talleres o factorías. Lo que sí se podría destacar es la industria de material de construcción; debido al gran desarrollo del urbanismo y de las fortificaciones, éstas alcanzaron las mayores proporciones. Cabe destacar que ni siquiera las invenciones romanas como el vidrio fino, entre otras, se industrializaba; quizás se deba al elevado costo del transporte y a la baja capacidad de consumo de la población. En definitiva la producción industrial abastecía solamente, salvo excepciones, al mercado local.
El sistema político creado para gobernar una ciudad no se podía adecuar a un gobierno de tan extensos territorios, por eso la desigualdad entre los ciudadanos romanos y los habitantes de las ciudades conquistadas era causa de permanentes disturbios. La guerra social ocasionó el reconocimiento de los derechos de ciudadanía para todos los habitantes de la península Itálica, pese a esto, la agitación social no cesaba.
En el año 133 a. C., Tiberio Graco, líder de la fracción política conocida como Partido Popular, fue elegido tribuno de la plebe. Su objetivo era evitar la desaparición del pequeño propietario campesino, para eso presentó un proyecto de Reforma agraria, que limitaba la extensión de los latifundios formados con tierra estatal y favorecía la entrega de pequeñas parcelas a los ciudadanos pobres.
El proyecto de Graco parecía poder calmar un poco la inquietud social, pero el senado, que defendía los intereses de los grandes propietarios, lo demoró para que no pudiera ser aplicado. La cuestión se definió finalmente a favor de los más ricos y Tiberio fue asesinado. Su hermano, Cayo Graco, intentó continuar con el proyecto, cuando lo eligieron tribuno de la plebe en el 124 a. C., agregándole la Ley Frumentaria. Además, promovió el establecimiento de nuevas colonias y proyectó la concesión de derechos de ciudadanía a todos los habitantes de la península Itálica. A pesar de que muchos de los planes fueron aprobados, el Senado siguió interviniendo a favor de los más adinerados; la lucha continuó y el Partido Popular fue derrotado.
En el año 121 a. C., Cayo Graco se suicidó y la ley fue modificada a favor de los grandes propietarios adinerados.
Luego de esta tragedia, el Partido Popular nombró un nuevo jefe, Mario, nombrado cónsul en el 107 a. C. Impulsado por el problema del reclutamiento del ejército, enroló a todos los ciudadanos voluntarios. De esta manera, el ejército se convirtió en un medio para asegurarse un ingreso. El ejército dejó de estar a cargo del Estado para ser un organismo independiente, por lo que se convirtió en el más importante factor de poder.
En el 88 a. C., Sila, un militar bastante prestigioso que estaba a favor de los intereses del senado, fue nombrado cónsul. Aprovechando su ausencia de Roma, Mario recuperó el poder. Entonces, Sila, puso a su ejército en contra de Roma, destruyó al Partido Popular e impuso una dictadura que duró hasta el año 79 a. C. De esta manera, el senado recuperó todo su poder.
Mientras tanto, Cayo Julio César ascendía rápidamente en su carrera política. Fue elegido sucesivamente tribuno militar, cuestor, edil curul, gran pontífice, pretor, propretor de España y finalmente cónsul en el 60 a. C. César era una figura carismática que pronto se convirtió en líder del Partido Popular. A comienzos del año 58 a. C., el senado le otorgó el mando de la Galia.
Con su ejército, partió en busca de una guerra que lo popularizara aún más. En el último gran levantamiento de los galos, César logró hacer prisionero al jefe de éstos, e instaló la administración romana. Este triunfo logró la adhesión de numerosos soldados del ejército a su persona.
Mientras César estaba en Galia, Pompeyo, otro jefe militar, intentó con el apoyo de los senadores concentrar toda la autoridad en sus manos.
El senado, temía por tanto poder concentrado sólo en Julio César, entonces lo obligó a dejar el gobierno de Galia y a abandonar a sus tropas, pero él desobedeció y marchó hacia Roma.
De esta manera, comenzó otra guerra civil; Pompeyo fue derrotado por César en el año 48 a. C. y murió asesinado en Egipto.
Cuando volvió a Roma, Julio César se hizo otorgar el título de “Emperador”, concentrando todo el poder político, militar y judicial en él mismo.
Roma como imperio
A comienzos del imperio eran ya visibles los signos de descomposición social. Aficionada a los lujos y riquezas y a vivir del Estado, los romanos habían perdido su vitalidad y energía para el trabajo, sobre todo el trabajo que requería de la fuerza humana.
La población había comenzado a decrecer en forma alarmante. Se considera el gran declive de la población desde el siglo II como una de las razones principales del debilitamiento económico romano, pues la falta de mano de obra y de consumo fue responsable del colapso de la producción.
Roma se había convertido en algo así como “parásita del Imperio”; la máxima actividad tenía lugar en las demás provincias.
La competencia cerealista de las provincias arruinó las explotaciones de Italia, donde la mano de obra era carísima. El trigo importado de África era ocho veces más barato que el nacional; esta situación se hizo más notable a comienzos del siglo II, aunque se padeció durante toda la era romana.
El Estado agravaba la situación favoreciendo la entrada de granos baratos. El latifundio fue rentable mientras los esclavos eran abundantes; pero al encarecer el valor de éstos, sus propietarios tuvieron que parcelarlas y arrendarlas a esclavos emancipados; esto se extendió hasta finales del imperio.
Luego de la muerte de César, continuó la guerra civil; el cónsul Marco Antonio y Lépido, antiguos partidarios de éste, pretendieron adueñarse del poder para detener la restauración de la república que es lo que quería el senado.
Cuando Cesar pensó en su sucesión, nombró en el testamento como hijo adoptivo a Octavio, nieto de su hermana.
Marco Antonio, que en ese momento controlaba la zona del Oriente se estableció en Egipto, se casó con Cleopatra y adoptó la monarquía Oriental con un poder personal ilimitado; esto hizo que su imagen se desprestigiara.
Octavio pacificó la región costera del Adriático, garantizando así la seguridad de Italia. Como su prestigio aumentaba día a día, Lépido trató de oponerse a él y fue desterrado.
Desde finales del siglo II, las condiciones para el desarrollo industrial no fueron favorables. Las perturbaciones, la falta de capitales y de grandes sociedades capitalistas y, sobre todo, la rarificación de la mano de obra esclava, afectaron gravemente la industria romana. Los emperadores acudieron al fomento, en Occidente, de las corporaciones o “collegías” de artesanos.
En la época republicana y durante los primeros siglos del Imperio, estas collegías fueron asociaciones privadas y libres aunque requerían autorización para constituirse.
Durante el bajo imperio, la afiliación a uno de éstos colegía fue obligatoria para todo artesano y sirvieron como instrumento de control de la actividad económica y fiscal, ya que fueron los encargados de mantener los distintos servicios públicos, como transporte, correo, etc.; y a través de éstos se percibían los impuestos.
Esta organización corporativa permitía también al estado reglamentar más fácilmente los precios y las condiciones de trabajo. (Durante el siglo IV, para salvar a algunas de estas corporaciones se las eximió de impuestos, cobrándose un tributo en especie).
La unidad económica instaurada por Augusto se fraccionó y surgieron bloques económicos independientes, apenas intervenidos por Roma, sino a través de las cuestiones burocráticas.
En el siglo III se puede observar ya un declive económico general. A la gran crisis de producción y circulación de bienes se suma la inflación monetaria, de la que las responsables principales fueron las elevadísimas malversaciones del ejército y una administración poco eficiente, por lo que los resultados fueron catastróficos.
Paulatinamente, los burócratas y militares comenzaron a percibir ingresos más bajos debido a los recortes de sueldos, lo que causó malestar general en este grupo social. Para tratar de modificar esta situación, el Gobierno recurrió a los donativos y a suplementos en especie.
El ejército y los burócratas comenzaron con requisas periódicas y exigencias fiscales como medios para conseguir tener mejores salarios, este abuso siguió provocando fastidio social.
Se impusieron prestaciones obligatorias para los servicios públicos, sobre todo para las clases más inferiores, mientras que la clase acomodada disfrutaba de servicios gratuitos de interés público. Ya para esta época el liberalismo del imperio estaba desapareciendo, ya que el Estado realizaba un excesivo control de la vida económica.
Los conflictos ocasionados entre el órgano estatal y los contribuyentes pronto llegaron a tocar de cerca a los emperadores, porque ahora estaban obligados a mostrar su legitimación del poder ante el ejército, cuya importancia fue aumentando a medida que se intensificaban las guerras contra los bárbaros.
Entonces el equilibrio institucional se fue alterando a favor del ejército, porque ni el Senado ni la nobleza podían garantizar la continuidad ni el carácter incuestionable del poder imperial.
En el ejército ingresaba un número cada vez menor de personas que venían de viejas provincias, los ahora soldados provenían de provincias recién formadas o de las tribus bárbaras. Esta disparidad fue obviada ya que se reconocía que era indispensable un ejército para la defensa del Estado, que cada vez estaba más amenazado por todos lados.
La postura que adoptó el ejército fue de soborno y poder a alto precio, ya que si un emperador no obedecía sus peticiones era asesinado y reemplazado por otro. Así se fueron originando graves luchas internas que dividían al ejercito; estas luchas se fueron haciendo civiles, porque a menudo, los ciudadanos comunes eran obligados a apoyar a algún candidato.
A mediados del siglo III, en un lapso de 50 años, hubo 37 emperadores legítimos y 74 ilegítimos.
El partido que resultaba derrotado quedaba sometido a toda clase de represalias como asesinatos colectivos, saqueos y confiscaciones de bienes, que se usaban para aumentar el capital del imperio.
Octavio que era defensor de las tradiciones esencialmente romanas quedó enfrentado a Marco Antonio; ósea el Occidente contra el Oriente. La separación se inició en el año 33, y en el 31 Octavio derrotó a Antonio en la batalla de Actium.
Durante e período llamado Alto Imperio se sucedieron 3 dinastías. La Julio Claudia, estaba formada por los sucesores de Augusto. En ella se concentró todo el poder en manos de los emperadores y creció la importancia del ejército como factor político. Diocleciano extendió el sistema de factorías estatales, que ya había aparecido en el siglo I, para abastecer al ejército de materiales para la construcción en la región del Rin. Ahora la economía dirigida del Bajo Imperio exigía suplir el abandono de la producción individual fomentando nuevas factorías, como astilleros, telares, tintorerías, etc.
La legislación renovadora de Diocleciano a fines del siglo III trató implantar el comercio imperial, con un control administrado y se inauguró así una nueva etapa. Para asegurar transporte y abastecimiento, las corporaciones de transportistas marítimos que agrupaban a los comerciantes según si fueran productos alimenticios o de primera necesidad fueron sometidas a intereses del Estado. Ya el emperador Claudio había otorgado especiales privilegios a aquellos empresarios que construían navíos al servicio de la administración de abastecimientos; en adelante tuvieron que poner al servicio exclusivo el transporte estatal y se les concedieron inmunidades fiscales y otras ventajas.
También se les otorgó a los armadores de barcos la condición legal de caballeros y a comienzos del siglo V los naviculari, por ejemplo, que hacían la ruta África- Roma no pagaban sino el 1% de impuestos, pero se hallaban bajo la jurisdicción de los inspectores y obligados a itinerarios y tiempos determinados.
Esta política implantada por Diocleciano no representaba un comercio totalmente nacionalizado sino un sistema heterogéneo de las empresas particulares tuteladas por el Estado.
La propiedad era todavía privada, pero el estado asumió la responsabilidad de dirigirla. Gracias a estas medidas, el panorama comercial del siglo IV mejoró. Germania entró en decadencia, pero Britania y España se recobraron.
El ejército terminó con la dinastía, con la muerte de Nerón, y comenzó una etapa de anarquía que originó una fuerte guerra civil.
Esta guerra concluyó con la llegada de la dinastía Flavia.
Los flavios fueron excelentes administradores y constructores, que lograron la consolidación interna del imperio.
Luego siguieron los Antoninos, que durante el gobierno de los cuatro primeros emperadores lograron la mayor estabilidad del poder central. En la época de Trajano el imperio alcanzó su mayor extensión. La mayoría de los Antoninos provenían de las provincias por eso comprendían mejor las necesidades y derechos de los provincianos.
En la época de los Antoninos, más conocida como la Edad de Oro, el pueblo gozaba de bienestar general. El gran desarrollo de la vida urbana, en la parte occidental del Imperio, las mejoras de los transportes, con el desarrollo de una red de caminos y la apertura de las rutas marítimas libres de piratería, creó un sistema completo con intensas relaciones comerciales sobre un área inmensa. Éste estaba regido por un único sistema político-económico y se extendía desde el mar Báltico hasta Eúfrates y desde los Cárpalos hasta el Sahara. Los metales preciosos aportados por Trajano ayudaron a estimular la actividad económica. El consumo fue extendiéndose hasta las clases urbanas inferiores. Las regiones atrasadas del occidente experimentaron lo que había pasado varias veces en medio oriente, en Grecia, en Italia meridional y en otras regiones marítimas del Mediterráneo por la aparición de centros urbanos organizados, la economía agraria tradicional, pobre y simple, se transformo rápidamente en una economía, todavía basada en la agricultura, estaba vitalizada por un intenso cambio comercial. La expansión llegó al sector artesano, que algunas partes se transformaron en manufacturas organizadas, siempre dentro de los conocimientos técnicos del mundo antiguo.
En las zonas más periféricas, las ciudades se encontraban mas enriquecidas con edificios espléndidos, foros, templos, plazas públicas, arcos triunfales anfiteatros, termas y basílicas. La gran mayoría de éstas obras eran financiadas por miembro de la acumula da burguesía local que así pretendía transmitir su propio nombre a la posteridad. Se realizaron inversiones productivas en obras de regadío, drenaje de terrenos pantanosos, acueductos, puentes, caminos y medios de transportes, En Italia, las Galias y África, las redes de carretera era excelente.
El estado también intervino para fomentar la agricultura y satisfacer las necesidades de los pequeños campesinos cargados de familia, implanto una especie de crédito rural que les otorgaba préstamos a los agricultores, los intereses se destinaban para los niños desvalidos. Además fundaba y sostenía escuelas publicas para aumentar la educación, y así llegar a sectores que se encontraban sin esta.
El dilatado periodo de paz y la prosperidad tan difundida fueron los factores que ayudaron para dictar en el 212 la Constitución Antoniana que se extendía a todos los habitantes del Imperio.
Cuando el Estado dejó de percibir los abundantes ingresos obtenidos de los saqueos y confiscaciones de tesoros en las guerras, comenzaron los problemas.
Algunas dificultades surgieron además por el nivel excesivo que había alcanzado el consumo. Dados los altos niveles de consumo privado, el consumo público aumentó demasiado. Entonces el estado lanzó una política de bienestar desproporcionada a los recursos disponibles realizando donaciones cuantiosas a la plebe; cosa que las ciudades no aceptaron de buen gusto.
Las distribuciones de trigo ya se venían haciendo desde la época de los Graco, luego se agregó el vino, el aceite, la carne hasta incluso regalos de dinero. El aumento del gasto público en el momento en que se debía reducir aumento la crisis financiera de Roma.
Los impuestos cubrían casi la cuarta parte de los gastos anuales del presupuesto, por lo que se tuvo que recurrir a ellos para tratar de mejorar la situación. El gobierno intervino nombrando comisarios para controlar el presupuesto. Las utilidades obtenidas localmente no eran suficientes para cubrir las necesidades del presupuesto estatal.
Con cada crisis se iba notando más y más uno de los males que afectaban a la economía antigua, es decir, la concentración de la riqueza en manos de unos pocos.
Roma fue ya desde los comienzos de la conquista, gran plaza financiera y centro bancario. Pronto aparecen en ella grandes sociedades capitalistas, formadas por acciones ( o partes) negociables, en manos de miembros del orden de los caballeros o ecuestres, que recibieron el nombre de publicanis, pues tuvieron en sus manos la gestión de la mayor parte de las empresas públicas.
A los senadores les estaba prohibida la participación en estas sociedades aunque intervinieron indirectamente en ellas.. Las sociedades de publicanis eran sociedades anónimas que tendían, más que a procurarse capitales, a repartir las pérdidas eventuales derivadas de su gestión.
La primera de estas sociedades data ya de la época de la guerra con Aníbal, más tarde alcanzaron una perfección organizativa semejante a las modernas compañías anónimas, aunque sin la responsabilidad limitada y practicaron, al mismo tiempo, negocios empresariales, de financiación, y de banca.
Un aspecto importante de su actividad fue la construcción. Roma crecía desmesuradamente, y debido al empleo del cemento, sus edificios alcanzaron proporciones y alturas desconocidas en el mundo antiguo y medieval.
Se hicieron también cargo de la administración de los impuestos de los territorios conquistados, del avituallamiento de los ejércitos, de las obras públicas, del otorgamiento de créditos a particulares y al estado, etc.
Su época dorada fue la de la República. Con la implantación del Imperio la situación cambió. En adelante, apartados los senadores de los negocios y establecido un más rígido control administrativo, los capitales tuvieron que invertirse en operaciones más normales, menos especulativas, pero también menos arriesgadas.
Muchos de los antiguos publicanis, de financieros pasaron a simples administradores del Imperio, perdiendo su antigua consideración y rango.
El Forum de Roma fue una especie de bolsa mercantil y financiera y en él operaban cambistas. , especialmente griegos y alejandrinos. Utilizaron la letra de cambio pero se evitaba en lo posible la trasferencia de fondos, que se hacía por orden oral y se buscaba más bien la contrapartida por medio de asientos en los libros de los cambistas.
El tipo de interés osciló en la época imperial, por lo general, alrededor del 12% anual. En la época republicana había alcanzado cifras hasta del 48% más.
A partir del año 284, Diocleciano, el nuevo emperador logró eliminar temporariamente la anarquía y las insurrecciones, orientándose hacia el establecimiento de una monarquía oriental; el Senado había perdido ya su fuerza política.
Se puso en práctica el sistema de la tetrarquía, es decir, el gobierno de cuatro. Así el imperio tenía dos emperadores con el título de augusto y dos ayudantes que tenían el título de césar.
Desde el siglo I a. C. el Denarius de plata era la base del sistema monetario. Augusto implantó un sistema bimetálico, al reservar el derecho de acuñar una moneda de oro.
Las dificultades monetarias romanas comenzaron en el siglo II, al aumentar los gastos militares mientras que los ingresos del Tesoro mermaban por el desconcierto de la administración. Por otra parte, como Roma importaba mercancías y alimentos a todas partes sin dar a cambio otros productos, las reservas de oro iban reduciéndose.
Septimio Severo, para salvar la situación, diminuyó el contenido metálico de la moneda. Devaluó el Denarius, que llegó a alcanzar solamente un 50% de su contenido original de oro.
Sólo las monedas de oro conservaron un título relativamente aceptable.
Al mismo tiempo se habían multiplicado los talleres monetarios y se complicó el control de las acuñaciones; muchas de ellas falsas.
Los efectos económicos de estos desórdenes monetarios fueron trágicos para la economía romana. En primer lugar, los precios se elevaron extraordinariamente, hasta el punto de que entre el 255 y el 271, el precio de los cereales egipcios se multiplicó casi por 20, teniendo en cuenta que durante los 2 primeros siglos del Imperio los precios de los granos permanecieron mas o menos estables. Para evitar los efectos de esta grave inflación, el gobierno acudió a retribuir en especies a los militares y funcionarios.
Esta medida fue insuficiente y no se mantuvo por mucho tiempo. Los daños en el sector empresarial y comercial fueron cuantiosos pues la mayor estimación de la buena moneda en el mercado libre dificultaba las operaciones financieras.
El enrarecimiento del metal precioso fue tal que ni el senado ni aquellas ciudades que habían conservado sus talleres monetarios pudieron acuñar moneda.
Esta insuficiencia causó dificultad al comercio y así se da comienzo al trueque. A fines del siglo III, Diocleciano intentó arreglar esta falla económica comenzando el saneamiento de la moneda.
En el año 286 acuñó el Areus y una nueva moneda de plata, el Argenteus. Constantino completó esta reforma estableciendo un nuevo sistema monetario. En el 312 acuñó el Solidus, de oro, y la Siliqua, de plata.
Diocleciano multiplicó el número de provincias y así dividió en unidades más reducidas y de más fácil manejo.
También aumentó el número de ejércitos imperiales e implantó nuevamente el reclutamiento obligatorio.
En cuanto a la agricultura y el trabajo de la tierra, Roma no gozó de grandes capitales y apenas pudo superar las condiciones del período helenístico. No se realizaron, en general, ni se ganaron tierras para el cultivo, sólo se transplantaron algunos árboles de Oriente, como el albaricoquero, proveniente de Persia, o el castaño. También la vid, muy apropiada para el latifundismo, extendió hacia el norte su área de expansión; las obras de técnica agraria se limitaron a las provincias productoras y exportadoras de cereales; las orientales sobre todo.
Una preocupación fundamental tanto de Domiciano, como de los demás emperadores era el fomento de la producción de granos; a raíz de la escasez de éstos, y de que el trigo importado de África era ocho veces más barato que el nacional, entonces, prohibió plantar más vid a costa de los cereales, aunque este decreto no se cumplió por la oposición de los terratenientes.
En las regiones más favorecidas las obras eran más cuidadas, sobre todo las obras hidráulicas como en el norte de África y parte del territorio español. Los romanos cultivaron la alfalfa, planta de regadíos, perdida luego en la edad media. Muchas de estas explotaciones se perdieron ya en el Bajo Imperio, con la llegada de las guerras civiles y las constantes convulsiones sociales.
Diocleciano extendió el sistema de factorías estatales, que ya había aparecido en el siglo I, para abastecer al ejército de materiales para la construcción en la región del Rin. Ahora la economía dirigida del Bajo Imperio exigía suplir el abandono de la producción individual fomentando nuevas factorías, como astilleros, telares, tintorerías, etc.
Su localización estuvo condicionada a la proximidad a las materias primas y a las conveniencias del abastecimiento militar, auque de todos modos fueron bastantes numerosas.
Ya desde el Alto Imperio, la inexistencia de un amplio mercado de absorción de la producción industrial inclinó a los empresarios- para mantener los precios- a la práctica del Maltusianismo Económico. Los productores constituyeron grupos de intereses que fijaban los precios y restringían la producción al nivel de la demanda.
El comerció que ya estaba bastante afectado fue decayendo más debido a las rutas de trasporte que se habían hecho muy inseguras. En las zonas donde había guerras la decadencia se producía con muchísima rapidez, debido a que la producción agrícola caía y por consiguiente las actividades artesanales en las ciudades también.
La nobleza provincial fue la que más se vio afectada por las constantes guerras y la grave crisis económica. Justamente esta nobleza fue la más favorecida en la época de los primeros emperadores, ya que el crecimiento del Alto Imperio se basaba más que nada en el desarrollo de ésta.
Ahora, en cambio, el Estado los obligaba a pagar fuertes tributos en oro, y eran los más perjudicados en el tema de las confiscaciones de la tierra.
Luego del gobierno de Diocleciano, Constantino asumió como único emperador en el año 323.
Las ganancias comenzaron a concentrarse en manos de algunos. Más adelante, Constantino impuso a los propietarios de grandes fincas el transporte de artículos alimenticios pertenecientes al tesoro público, ya que sólo ellos disponían de medios y equipos para realizar tales labores. Muchas asociaciones de la época imperial se dieron mas que nada con la población más adinerada, lo que fue dando lugar a las experiencias financieras, como emisión de cheques, endosos y demás prácticas bancarias.
Entre los más ricos figuraban principalmente los miembros del Senado, quienes generalmente eran grandes terratenientes y los Funcionarios Públicos, más que nada los que se dedicaban a las recaudaciones fiscales; todos ellos manejaban grandes cantidades de dinero, que no estaban destinadas a su fortuna personal, aunque así lo consideraban.
Para todas estas personas poseer riqueza era sinónimo de grandes propiedades. El gran número de esclavos que tenían algunas familias también representaba sus amplios recursos financieros.
A finales del siglo IV, se redactó el Tratado de Agricultura de Paladio, que recomendaba la utilización de artesanos especializados, como carpinteros, herreros y albañiles, así el campesino no tenía excusas para trasladarse a la ciudad.
En este período se estaba desarrollando ya un nuevo sistema económico en las grandes posesiones; una autarquía e independencia de la ciudad. Más adelante, la Iglesia y los monasterios apoyaron este sistema, radicándose en grandes propiedades provincianas cultivadas por arrendatarios y esclavos.
Este proceso fue la base de la economía Feudal, o señoríos que aparecieron después en la Edad Media.
En los siglos anteriores la importancia política de Roma había decaído notablemente lo que hizo que Oriente permaneciera siempre firme. Por eso Constantino trasladó la capital del imperio al Oriente y la rebautizó con el nombre de Constantinopla.
Ya más adelante, En el año 361, el emperador Juliano intentando satisfacer las necesidades de las clases inferiores además de ayudar a los pequeños agricultores. Por esta razón, tratando de dar con una solución distribuyó 3.000 lotes de tierra, pero en poco tiempo pasaron a manos de los más ricos. También dictó un gran número de disposiciones tanto para el sector social como para el económico como la condonación y reducción de impuestos a favor de las clases más bajas, distribución de tierras, fijación de precios para los alimentos y quitó los privilegios fiscales para la nobleza.
Todas estas reformas aplicadas no eran bien recibidas por los ricos, quienes acusaban a Juliano de tener actitudes demagógicas.
La Iglesia también comprendió el grave problema de la acumulación de la riqueza y defendió la actitud de Juliano; San Basilio, por ejemplo, recomendaba que los ricos hicieran circular su riqueza y San Ambrosio proyectó la teoría del Precio Justo.
En el año 368, Valente declaró ilegal colocarse bajo el mando de un terrateniente, pero la mayoría de los pequeños agricultores no tenían apoyo del Estado e inevitablemente debían renunciar a su propia libertad. En el 372, se renovó una prohibición por la cual los administradores de las ciudades no podían arrendar las tierras municipales por su propia cuenta.
La expansión de las grandes tierras también se daba a expensas de las grandes tierras públicas que poseía la ciudad. Esas tierras habían quedado sin repartir desde el momento de la fundación de la ciudad o provenían de algunas donaciones.
En el Alto Imperio y en adelante, el Estado favorecía a todos los que pusieran en uso las tierras improductivas aplicando la Lex Manciana, más adelante Adriano dictó la Lex de Rudibus Agris que apoyaba las determinaciones de la anterior.
Con el propósito de obtener ganancias inmediatas, los emperadores realizaron numerosas concesiones de tierras públicas, de esta manera cobraban los impuestos correspondientes a los nuevos propietarios. Este arrendamiento, al principio fue de cortos plazos, renovándose cada 5 años, pero más adelante se realizaron contratos de larga duración si el enfiteuta se comprometía a mejorar las tierras personalmente.
Constantino distribuía los bienes públicos entre sus más allegados, cuestión que perjudicaba gravemente el sistema de los arrendamientos.
Otro factor negativo era en asignar al terrateniente locales otras tierras de poco valor con la obligación de cultivarlas y de pagar impuestos por ellas. Esta institución, la epíbole, se usó ampliamente en el período imperial. De este modo los que más se favorecían eran los terratenientes, porque este método afectaba tierras no cultivadas y ellos eran los únicos que tenían los medios para adquirir los equipos necesarios para ponerlas a producir. Por eso es que se considera a la epíbole como una de las causas más importantes de la ruina de las pequeñas explotaciones agrarias.
Tiempos de decadencia
Hacia mediados del siglo IV, los bárbaros se instalaron en el territorio romano como colonos y se incorporaron al ejército; la llegada de poblaciones extranjeras del este hacía que hubiera menos diferencias entre las tropas que atacaban y las que defendían el imperio.
Los ejércitos romanos se fueron constituyendo con soldados germanos, algunos, como Estilicón y Odoacro llegaron a ser altos jefes militares.
Ya a fines del siglo IV esta instalación paulatina se transformó el una oleada de pueblos germánicos. Como esta situación resultaba incontenible, Roma no tuvo otra opción que integrar a los germanos.
Las luchas germánicas para desplazar a los romanos se dieron más que nada en el Occidente, ya que el Oriente poseía una gran estabilidad tanto económica, como política y social, lo que hizo que saliera invicta de esta situación.
A principios del siglo V, los visigodos invadieron Italia y saquearon Roma; después se establecieron en el sur de Las Galias y en Hispania. Mas adelante los Anglos, Jutos y Sajones ocuparon Inglaterra y los Francos el norte de las Galias. Mientras, los Hunos extendieron su reino hacia el oeste, bajo el mando de Atila.
Ya la desaparición del Imperio era inevitable, los germanos se habían adueñado del occidente de roma, y en el año 476, el general germánico Odoacro destronó al emperador Rómulo Augústulo y

decretó el fin del Imperio Occidental


COLICEO ROMANO

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